viernes, 20 de abril de 2007

UN FAULDUO DE LOS ARGENTINOS PRESENTA

Jureré

Por Martín Bardini

Luego de sentirse realmente solo, el sonido de una guitarra rasgada develó en su gris la ausencia de verde. Posta que no quería pensar, pero una insoportable garúa lo empujó a recorrer los estacionamientos de la ciudad balnearia a la que había sido invitado (por obligación). El calor de la noche sobre el rocío daba un brillo metálico a tantísimos carros perdidos en el alcohol. Sólo visualmente fue seguido por unos puesteros que vigilaban con celo estúpido la posición de una estrella. Claro que ella ya no estaba ahí. Llegando a los límites de la ciudad encontró estacionada una vieja coupé de fabricación regional. Aunque disfrutaba la soledad de su lote parecía necesitar todavía más espacio para subsistir, y a pesar de tantos signos de abandono no hacía más que confirmar su espíritu. Trazada por líneas perfectas, denotaba ideas ácidamente más frescas a las actuales. Daba una plena sensación de velocidad, y aun inmóvil, cortaba el viento emitiendo un zumbido inséctico. Jamás fue un enamorado de los autos, aunque esa noche se rindió ante la evidencia. Fue sólo un instante, pero su alma sintió piel con piel la horizontalidad del parabrisas, vivió en sus curvas metalizadas y confirmando eterna adoración le dio dos palmadas, como un piloto a su avión.Pero ya no estaba ahí, y volvió a recordarlo cuando un rayo de luz descendió por un tubo dispuesto a transportarlo. Apenas unas lágrimas frescas se llevó, dejando su ira aparcada (por inacción). Necesitaba distancia y comenzó a volver de espaldas (por si acaso) los pasos que los habían acercado (por amor). 1 paso atrás, 2, 3; vio sus ojos y sonrió. 4 pasos y uno más: 5, su piel. 6 y 7 pasos: delirio. 8, 9; la distancia que los separaba hizo un globo con el chicle. Y diez pasos atrás… explotó su corazón. Riéndose del palo, una brisa fresca que bebía bajo el cárter entró buscando pelea hasta su percutido interior, y la encontró. Invocado a desterrar el abandono (por omisión), corrió a toda velocidad contra la máquina. Dos metros antes del impacto sus músculos se tensaron en un salto y sobre el techo colorado explotó la mejor patada descendente de su vida (por humillación). El estruendo conmovió cualquier futuro comentario, y millones de astillas de esmalte colorado se suspendieron a la luz vertical del reflector. Enquistado sobre su cuerpo hizo suplicar a la chapa saltando hacia ella una y otra vez. Pateó hasta morir la redondez de las puertas y con fiebre le arrancó mil espejos, la antena y una declaración. Escupía e insultaba en quién sabe qué idioma mientras su cabeza inmóvil sacudía al resto del cuerpo contra el pedacito de razón. Estaba poseído (por dolor). Chorreaban de su boca ilusiones vencidas, mocos y fuel oil. Con cada intromisión en el metal dejaba escapar su culpa, sintiendo el efímero placer de mirar por la ventana de la prisión. Uno a uno transformó los cristales en brutos diamantes. Su puño se enterraba en la historia de la aviación derramando brillo, sangre y desilusión. No le hizo falta ningún elemento adicional para sentirse poco frente a lo divino. Todo estaba casi igual, cuando vencido se detuvo frente al horror. Rompió con la tecnología pero no arregló nada (por favor!!). Ni lo que pasaría ni lo que pasó. Los restos se coagulaban sobre el viejo tapizado de su corazón. Estaba abatido de recordarse abatido de recordar. Jamás pensó en suicidarse, pero si tenía una oportunidad de morir la pensaba aprovechar (sólo por hoy!). Y ahí nomás fue cuando un espasmo repentino; el mismo que como a un tonto lo sorprendía siempre, llegó desde sus adentros y le cobró: por los juguetes destrozados, la felicidad sufrida y otro tantos deseos postergados. Así, la vida que había despilfarrado (por fin) terminó.

1 comentario:

Anónimo dijo...

sasd Marti
te quieroooooooooooo
pija pija ok.